creí que era mucho más fácil transportar las tabletas que frascos con pastillas partidas.
no confié en la idea de un pastillero.
atrás gritan, adelante también.
les daría una de "esas" de mis tabletas, pero no me animo.
siguen gritando y rugiendo, como leones. no acuerdan, no pueden llevar a cabo esa causa que encause un sentimiento y sentidos con sonidos de aplausos.
discuten y escucho: "son modas...".
más que modas son creencias, pienso.
hay cosas tan herméticas como yo misma, mientras lavo un tupper, que no es un tupper. todos esos objetos plásticos son falsos.
pienso en mi abuela tejiendo una y otra vez sabiendo que me pintó con tempera en un dibujo, y me dan tantas ganas de llorar.
no estoy en celo, pero asi lo creo, y entonces me resfriego por el aburrimiento como la gata sin casa que vive al lado de mis plantas.
no son mis plantas, pero están ahí, tan frías como este café con leche que me atosiga, me persigue, insiste.
Insiste, como él, con esa idea estúpida de que nos conozcamos.
no es real, no hay posibilidad alguna de aire sin excremento y sin basura.
rodeada, estoy, de bulbos que no crecen, no comen...padecen.
este día es para mí como una cámara de gas, pero estoy inmersa como hace años, en la bañadera, dormida, jugando con los frascos de champú.
cuanta tristeza me dá no poder hablar de otra cosa que de mí, de mis espantos.
no voy a tomar desiciones un día como hoy, pero tampoco quisiera pisar la mierda con la basura, que me mojen las gotas, escuchar esos gritos, soportar esas alianzas que hacemos porque todos estamos absolutamente desesperados.
por eso recurro a mis tabletas.
ruego que nadie me escupa y que deje de acecharme ese café con leche.