María Martín está caminando por la calle Libertad, mira las vidrieras de los negocios. Está dando los últimos pasos para doblar por la Avenida Santa Fé, donde hay más vidrieras. Pero se entretiene mirando el poco cielo que dejaron las construcciones.
De repente siente un golpe. Ahora está tirada sobre una superficie de plástico.
Un auto que salía de un estacionamiento cruzó la vereda y la llevó por delante.
La alarma del estacionamiento no sonó, no hubo aviso, pero María quedó acostada boca abajo sobre el capot del auto de plástico gris.
El conductor saca una gran cabeza y cuello de tortuga por la ventanilla, la insulta. María sigue tirada sobre el capot del auto. Lo mira, pero no puede contestarle ni explicarle que no escuchó la alarma del estacionamiento porque otra voz masculina detrás de ella la aturde. Es un hombre del barrio, un vecino que le grita:
"Usted fué la que no lo vió! usted! fué usted, tiene la culpa porque iba mirando hacia arriba! Yo la ví, es usted una estúpida".
María sigue tirada sobre el plástico gris perla. Le vienen ganas de vomitar.
Así que da la vuelta y vomita en la vereda.
El vecino le dice que es una maleducada. El conductor indignado arranca el auto.
María se levanta, nadie le pregunta como se siente, está sola, nadie más vió la situación, entonces se dá cuenta que aquí no ha hecho amigos.
Decide caminar.
Y camina, dá la vuelta hacia la avenida. Vé más vidrieras, zapatos, carteras, bolsos, tapados, perfumes, todo un mundo que le cae encima.
No puede comprar nada pero no puede dejar de mirar.
La gente que la cruza va tan rápido que la golpean con bolsas de cosas recién compradas, todos van tan rápido.
María colapsa, y queda inmóvil en una esquina.
Cuenta la cantidad de gente que la toca, que la choca sin razón, como acusándola de que está en el medio del paso.
Todos la atropellan, no solo un auto, también la gente.
María saca su pequeño peine de hombre color negro, se peina en esa esquina, se peina hasta que dejen de chocarla.
Ya es la madrugada, los negocios están cerrados.
María vuelve a casa, como un impulso, como un huracán.
Vé a sus hijos dormidos.
Se acuesta al lado de ellos, no duerme, y piensa, piensa en como hacer.