Con una amiga discuto sobre que es ser bipolar.
Somos bipolares? nos preguntamos al unísono y nos damos cuenta de que no.
Sin tener un diagnóstico certero, sin ser psiquiatras, nos autodiagnosticamos como "no bipolares". Pero algo está muy claro, somos depresivas.
Y tenemos fundamentos terapéuticos: las dos tenemos una fuerte tendencia a deprimirnos.
Ahora, más relajadas, le cuento sobre como fué mi domingo, y ella sobre su fin se semana.
En mi caso, pude leer con exactitud cada signo, cada síntoma emergente ante mi depresión.
Alrededor de las 16 hs, elegí estallar en un llanto de barrio, sobre calles como Quesada, Iberá, Avenida Congreso. Creo que en un momento estuve tirada encima de un garage de la calle Melián, llorando como un bebé, comunicándole a los vecinos perceptivos sobre mi depresión.
LLorar es angustia.
Otra cosa es llorar de emoción porque a uno se le casa un primo. Y en el momento más inesperado de la fiesta quebrar los ojos inmunes ante la clásica pantalla que nos brinda imáganes de la infancia de los seres que contraen matrimonio.
Infancia, padres, adolescencia, parientes, muerte y resurrección ante las fotos de los apasionados besos de amor. Por eso se casan.
Para contrarestar mis sentimientos depresivos sobre los casamientos, una vez robé el ramo que tiró la novia por el aire. Fué el momento exacto, una milésima de segundo, en la que todas las asistentes de vestidos y corsettes ajustados, se disputaban el ramo como gallinas ante el maíz. Ví las flores y las hojas desarmadas en el suelo, entonces ante un impulso maligno, comandado por una fuerza de rugbier extraterrestre les saqué el ramo de las manos. A todas.
Y todas se enojaron, corrí a través de las mesas y sillas con mi balón, me saqué la clásica foto de ganadora de ramo sin equipo, y luego lo devolví.
Las chicas estuvieron muy enojadas, y se que si hubiera sido por ellas me hubieran comido viva.
Lo siento tanto.
Al final, pensé que iban a entenderme, pero no revirtieron su actitud. Me esquivaron la mirada en el carnaval carioca, y yo con unas maracas, me arrinconé en un mostrador que no expendía nada.
El domingo terminó mejor, dejé de llorar y encontré el amor en la bañadera.
Espero la depresión no vuelva por unos días, y que el amor dure algo más que unos días.