13.9.06

avenida independencia

anoche caminaba por Avenida Independencia, los autos venían de frente.
es una avenida triste.
por la altura que caminaba pasé por dos "albergues transitorios" con paredes negras y cortinas marrones, y luces rojas o verdes.

los autos de frente. estaciones de servicio, parrillas, talleres mecánicos, ferreterías, lugares donde venden cascos para obreros pero que no son ferreterías.
una chica joven me pide monedas para ir a un hospital, le doy 0.50 centavos,
es lo que tenía.
así hasta la 9 de Julio.

todas las mujeres que caminaban por las veredas estaban terriblemente asustadas, iban rápido, y ante cualquier movimiento detrás de sus pasos se ponían histéricas.
nos fuimos contagiando la histeria la una a la otra y cuando me dí cuenta ya no caminaba, casi trotaba, la sangre se me agitó en el cuerpo y mis manos se pusieron completamente rojas con calambres...

me marée.

cuando estuba por cruzar la 9 de julio, crucé, pero pensando en que quería besarlo, y que lo extrañaba, y que si nos encontrábamos en ese momento nos podíamos sentar en un banco de la plazoleta que está al lado de la boca del subte de la línea C, pero en la cuál se puede combinar con todas las demás líneas: A B D y E.
miré los colectivos que pasaban por la 9 de Julio, los autos, pero los colectivos me llamaban más la atención. ninguna señal.
seguí caminando repleta de nervios, contagiada por las otras mujeres, que pasaban por los costados con las carteras apretadas como hijos, o perros o gatos.
a pesar de todo me sentí fuerte cuando descubrí que llevaba puesto mi tapado gastado de cuero que mete miedo, y mi cara pálida, más mi pelo negro despeinado.
giré en la esquina, subí las escaleras apretándome las manos que parecía que se me explotaban del rojo, de lo que picaban.

subí las escaleras sin cansarme.
finalmente entré a casa pensando que él iba a estar esperándome con la cena lista. no estaba.

no estaba.

mi energía se desvaneció en la nada, nada de ese apuro sirvió, ni la corrida impuesta y ajena, ni las ganas del beso en el banco de la plazoleta...
nada en la casa vacía, excepto los gatos con hambre y maullando.

pensé en que comer, cociné, miré la televisión, cosí ropa descosida, me sentí bien, pero esperando.

cuando llegó transformó mi enojo en amor otra vez.

dormimos abrazados.