1.12.06

Estúpida mujer con plumas sin retorno altamente autoflagelada que porta una casualidad volcánica que estalla y la convierte en sombras.

ella sabe, y él sabe.
van a encontrarse como zombis que caminan mounstruosamente reproduciendo pensamientos...

es de noche.
ella perdió el rumbo, no sabe caminar con esos zapatos puestos,
el cuenta con la mínima calma, siente que se le agiganta el ombligo. tiene que parar de caminar, toma un vaso de ginebra. no usa pañuelo porque no está resfriado. le teme a unos espías vietnamitas abandonados en buenos aires. ruega que nadie lo descubra.

ella sabe que chilló en su baño cuando se cortó con una hoja de afeitar podrida. sangró y las gotas de sangre le cubrieron la piel de arriba del estómago, y pintó sus senos, una marca en el pezón no estaría mal y se abrió una herida, la cubrió con algodón y voló un sueño entre pelusas. salió apurada de su casa, olvidó ponerse densa y prometió frente al espejo no chillar.

él pretende llegar consciente a todas partes pero toma otro traguito de ginebra en cada bar que encuentra.
ahora camina fría, va ciega y mareada, atenta a alguna voz que la oriente.
le duelen los talones pero no siente más que un tambaleo.
el siente un ardor que baja por sus caños, cruza calles sin mirar porque no hay nadie. ella no puede apurar el paso. el sigue atravesado y está a punto de parar.
ella va tan lisa y suave que en las piernas se le pega una crema como seda, la hunde por debajo de la pollera. el se descompone pero no llega ni una náusea.
parada frente a un árbol no se atreve a girar, ese verde la pone melancólica.
la muerte es un ruido que lo sigue, de lleno lo galopa una taquicardia, frena sus zapatos...frena sus zapatos de taco y busca un lugar donde sentarse, las uñas blandas y rojas se iluminan por la luna débil que decrece.
desaparece la luna con la taquicardia y permanece inmóvil e impotente, pero sus piernas mandan, camina duro, da 50 pasos sobre una vereda pelada y sin plantas.

Silencio.

el sonido es genital, se ven desde lejos, se cruzan sin mirarse, pero un envión la empuja a correr, corre desgraciada y asustada. no va a dejar que nadie toque su pezón herido. El no da la vuelta, ni se dá cuenta de la excitación que le produjo esa noche sin sémen. Lleva las manos al cierre del pantalón, sentado descubre mirando el cielo todo lo triste que habita en él.
se detienen los zapatos puestos de taco alto, abrazada a un árbol la ventila el viento.