12.2.07

barniz.

Allá afuera hay viento y está oscureciendo. El tipo de la casa de enfrente está mirando por la ventana el panorama doliente, el final del día de forma triste, gris.
Mira mecerse la hamaca de casa. Lo controlo, mientras controlo también las dos hornallas prendidas en la cocina.

Ella tenía una peluquería. Ahora, este momento, observar al vecino, no sé que, me huele a la peluquería. Ella dejaba que entrara y jugara con las máquinas secadoras de pelo, unas redesillas, ruleros, pinzas, líquidos, esponjas, las sillas giratorias, y el inmenso espejo donde veía mi cuerpo entero de nena.

Aún no hay nada en las dos hornallas que rompa en hervor y distraiga mi recuerdo; el hombre petrificado mira la hamaca mecerse. Sé que siente frío y sé que el no nota los días que hace que mis labios no llevan rouge.
No me mira.

El pensamiento sobre la peluquería de mi madre se hace piel, y se me adhiere como barniz.

El hombre gira sus ojos, me mira.