27.2.07

subtepass

voy sentada sobre un asiento bordó de la línea D.
hay una señora justo frente mío. Va vestida de azul y tiene ojotas de color amarillo. Está haciendo crucigramas grises en una revistita que se hace minúscula en sus manos.
Casi todas las personas están con pilotos o paraguas porque es un día lluvioso.
Bajan, en su gran mayoría, en la estación Tribunales. A mi parecer es una estación odiosa, los pasillos están repletos de kioscos, cerrajerías, casas de sellos...
me gustaría que los pasillos estuvieran desiertos.
Los que seguimos en el subte nos miramos poco convencidos, creo que del día, del ánimo.
Llegando a Catedral, la última estación, un señor vestido también de azul porta paraguas y piloto, trata de embocar su culo en un asiento libre. Como el tren lo desacomodó dejó que lo vuelva a acomodar, casi me aplasta. No me miró y quedó petrificado en el asiento.
Bajamos como momias, veo dentro y fuera del subte vendedores de paraguas y flores a la vez. Pienso en las miles de veces que hombres y mujeres han escrito lo mismo que yo. Pero que hacer con la percepción? soy ridícula y escribo en mi cuaderno.
Caminando por la calle ya no se puede escribir nada, entonces retengo.
Un hombre vestido de rojo viene de frente a mí con una cámara filmadora y me filma, filma a todos los que pasamos cerca suyo. Lo odio.
Entro al edificio, me deprime el lugar, los ascensores, todo lo que aparece.

Por qué mi cabeza grita y grita acosándome? Escucho cosas que no quiero, por ejemplo, a mis compañeros de trabajo que hablan de sexo, redescubriendo que tienen penes y clítoris, hablan de que animal tiene el pene más grande, que los crustáceos tienen uno gigante...
Estoy llena de un odio lamentable porque de mi boca no sale ni un grito, ni una palabra. Todo estalla en mi cabeza.