10.8.07

amargada

Porque sí.
Estaba angustiada, con el sabor de un café quemado en la boca, con la sensación del taladro de los vecinos agujereadores de arriba, con la motivación nula de viajar por una ciudad confundida, y así, adelante, llegar, perseguir, conseguir.
Triunfar? con qué? ya entrada en edad? cuantas cosas en común a pesar de las diferencias encuentro y veo, me veo en el espejo de la habitación de esa mujer que expresa sus sentimientos como un rollo de peleas, quejas y denuncias.
Denuncia a todos, a los vecinos agujereadores del segundo "B", a nosotros, los del primero "B", a su amante que escapó por la ventana con otra y para no volver, al portero enano de la torre vecina.
Denuncia al teléfono porque no suena. Entonces llama a todos, a todos los que por años no la llamaron, y reclama que extraña, extraña y extraña. Se convierte en una máquina de extrañar.
Así es Susana, mi vecina rubia desgastada, bronceada y de negro constante.
Susana: sabé que a partir de ahora, por medio de nuestro baño voy a escuchar todo lo que decís, y cada queja tuya será para mí la ración de poder que necesito para por lo menos levantarme más temprano, a la hora en la que sé que ya estás levantada, porque sufrís insomnio, y ya estás gritando como una radio parlante, quejándote como un burro de carga, de todos, del mundo, de la vida, de la comida.
Hoy escuché lo que encargaste a la casa de comidas, me imagino que a la que está justo debajo de tu departamento, "Casa de comidas San Cayetano". Una pechuga de pollo con puré, pediste que no te lo traigan, que vos ibas a ir a buscarla para comertela a los gritos y sentir frío.
Susana, ya somos amigas.