Hoy me puse todas mis pieles...
y la única que tengo.
Sonrío.
No hablé con nadie porque no tuve ganas, tomé taxis alrededor de la ciudad, y nada, ni una palabra. Miré muda por los vidrios.
Entré a un edificio precioso, antiguo, lleno de miles de gigantes ascensores.
Me crucé con gente fastidiosa en esos ascensores...
salí de ese lugar necesitando un complejo vitamínico.
Como una boba me dije a mí misma: necesito un café.
Entré a un bar de la avenida, miré a la gente apestosa, dí la vuelta y me fuí.
Todos hablaban a los gritos.
Ahora estoy sentada en una plaza mirando unos cachorros jugar con el paseador de perros, hay palomas también, que visiblemente provocan a los perros.
Y hay sol.
Tengo el estómago vacío.
Pienso en desmayarme y quedar tendida sobre el césped de la plaza.
No voy a gritar.
Voy a desmayarme lentamente.