17.10.06

persianas

Las persianas de Vilma están momentáneamente cerradas...

Vilma las cerró porque no tiene ganas de ver a la gente, ni a los autos, ni a los colectivos que pasan, ni a los árboles de la vereda, ni la luz del día.

La gente que pasa por la vereda no puede evitar espiar por la ventana de Vilma.
No es que Vilma sea una exhibicionista, es una mujer simple que se desnuda ni bien entra a su casa, deja las llaves y su piel habla en vez de su boca.

Vilma tampoco deslumbra, tiene una piel arenosa.

Ahora está desnuda sentada apoyando sus genitales blandamente en el sillón, a oscuras, con las persianas bajas, pensando en el llamado que le hizo anoche Jorge Blanco.

Jorge Blanco le dijo a Vilma telefónicamente que estaba harto del optimismo de mujer que ella emana, que le dá presión en la cabeza, que se olvide del viaje de fin de semana largo que iban a hacer, y que desarme el bolso.
Vilma había cargado en su bolso una malla, productos de belleza, incluyendo bronceadores, pantuflas, ojotas, toallones y con la misma ropa de viaje se iba a arreglar los dos escasos dias del fin de semana con Jorge Blanco.
Además había ido a la peluquería para que su pelo luzca encendido.

El recuerdo de las palabras de Jorge Blanco la hacen transpirar como un cocodrilo y empapa con sus líquidos el sillón sobre el que está sentada.
Por suerte el sillón lo absorve rápidamente.

Vilma se viste para salir, se pone su pollera de flores beige, su camisa blanca con el cuello sucio, zapatos blancos, no hace falta ropa interior. Va a comprar una botella de Whiskey con lo que le queda de lo que le dejó Jorge Blanco, $30 de la última vez que pisó su casa.

Sale y compra en el supermercado chino de la vuelta una botella chica de Whiskey y se tienta con un esmalte rojo que también compra.

Con las dos cosas encima, Vilma pega la vuelta, pero saca la botella de la bolsa de nylon blanca antes de llegar a la esquina, la abre y empina un buen trago, atrás otro, y otro.

Una vez adentro de la casa, Vilma mira las plantas secas que no piensa regar, tira las llaves y se saca a tirones la pollera de flores, en un instante la camisa blanca y su culo arenoso queda al aire, lo apoya otra vez en el sillón cubierto de agua pura que había quedado enterrada entre sus muslos de arena.

Con las piernas colgando, empina toda la botella, mecánicamente llama a la casa de Jorge Blanco para reinvindicar la mudez que la bloqueó con el llamado de anoche.

Vilma no tiene idea que son las tres de la tarde. Jorge Blanco está trabajando, atiende su mujer: Vilma Laurenci.

Vilma ni bien escucha el hola del otro lado de la línea dice: "quiero hablar con Jorge", Vilma Laurenci pregunta quien habla y Vilma le dice que habla Vilma, Vilma Laurenci se asusta porque esta hablando con otra Vilma, una desconocida que pregunta por su esposo Jorge Blanco. Vilma grita que la única Vilma en la vida de Jorge Blanco es Vilma. Vilma Laurenci se espanta, se hace pis encima, enmudece de verguenza porque los gritos de Vilma se convierten en palabras que balbucea, como puta, hija de puta, y poco chupa pijas.

Vilma corta, no soporta que Vilma Laurenci sea tan sumisa, y no conteste palabra de todas las mierdas que fué capaz de decirle, ya no puede pensar en nada, se arrastra por el piso durante media hora hasta vomitar el líquido que había tomado, se ríe a carcajadas de Jorge Blanco, tanto, que se mea encima como Vilma Laurenci.

Está tan ahogada de risa y aaliva que no le queda más que abrir la persiana y asomar la cabeza hacia afuera para aspirar aire, aspira el aire sucio de los colectivos que pasan. Entre tanto ruido, Vilma quiere gritar, hasta quedarse sin voz, que ama a Jorge Blanco.

En el medio de la euforia, se zafa la correa de la persiana que cae sobre la cabeza de Vilma.

Vilma nunca más vió a Jorge Blanco.